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Desexiliando en Lago Escondido (1ra parte)

 

Por Marcel Bertoleci 

Dice una leyenda patagónica que si uno bebe agua del Río Negro, entonces siempre vuelve. Así me cuentan compañeres de la UNTER (Unión de Trabajadores de la Educación de Rio Negro) que me reciben en la ciudad de Gral Roca antes de seguir viaje al Tigre, provincia de Buenos Aires, viniendo de regreso de la 7ma marcha al Lago Escondido convocada por FIPCA y organizada por muchas agrupaciones y financiada por la mayoría de los participantes, y cuya conducción recae en el Tte de Fragata Julio Urien, histórico militante sublevado en la ESMA el 16 de Noviembre de 1972, para evitar el asesinato de Perón a pocas semanas de la masacre de Trelew.

Me desperté 15hs después de dormir 12hs y caminar 6km preparándome ya para la 8va marcha del 2024, y para bajar un exquisito asado con actividad musical en el predio de la UNTER que me dió cobijo en su hotel donde pude darme el 2do baño de mi verano mas roñoso, considerando las dificultades para encontrar agua caliente en el maravilloso Camping Portal del Río de El Bolsón, que acogió a dos micros y varios autos que vinieron desde todo el país federal, corriendo riesgo el dueño del camping de recibir represalias por la banda de Lewis, luego de nuestro regreso.

Una de las primeras cosas que me enseñaron aquí, además de la leyenda del Río Negro, es que el acento patagónico consiste en aspirar con las eses, lo cual confirma lo que me señalaron las psicólogas del Instituto Ulloa cuando me acompañaron a testimoniar contra el represor Luis Alberto Patti por los crímenes de lesa humanidad cometidos en Escobar. Enseñanza que me saca las culpas cuando al escuchar mis propios audios de whatsapp me siento un drogado por como respiro al hablar, especialmente al terminar palabras con ese. Les compañeres de UNTER también se afrecieron a llevar de vuelta a El Bolsón, después del encuentro provincial docente que tienen el próximo viernes acá, el original del precario médico que tuve que hacer mientras les compañeres iban a recibir a la columna de Montaña Juana Azurduy que regresaba después de plantar bandera en el Lago usurpado por un súbdito de la corona británica, propietario prohibido también de tener tierras en zona de frontera, donde fueron hostigados durante la noche por un grupo de delincuentes al servicio de Lewis, utilizando potentes reflectores, música con volúmen altísimo en grandes parlantes, y durante el día siendo víctimas de pedradas y otros ataques sufridos esta vez también por el Padre Paco y el Dr Rachid junto a 60 militantes, nunca antes tantos ni tan jóvenes.

Ataques prepetrados por muchos empleados de Lewis, entre los que se encontraba el mismo pichón de Capitán Astiz que me golpeó en un bar del centro de El Bolsón cuando le quise tomar una foto escondiéndose detrás de otros empleados municipales. El pretendido discipulo de torturador, ya fue identificado con nombre y apellido, es empleado del municipio que dirige como intendente el ex contador de la empresa de Lewis; y había golpeado fuertemente también a una compañera en las costillas una hora antes de golpearme tratando de anularme el tímpano, habiendo apedreado a la misma compañera del Frente Grande en la marcha al camino público de Tacuiffi, por lo que ya hicimos denuncia en Fiscalía en El Bolsón,

Ese acceso público al Lago Escondido fue cerrado por el súbdito neocolonialista, por medio una reja de campanas tubulares que avergonzarían al propio Mike Oldfield, para amurallar con ellas su trinchera andina, a pocos kilómetros de dónde el Gral San Martín cruzó los andes para liberarnos incluso de estos unitarios que aparecen compartiendo chats con jueces, fiscales y ministros de seguridad porteños.

De modo que sin haberme recibido aún de abogado en UNPAZ, ya soy querellante en dos causas penales en la provincia de Río Negro. La anterior es de 2018, por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el marco de la represión a la huelga de mineros y trabajadores de HIPASAM en Noviembre de 1975, ubicada en Sierra Grande, a pocos kilómetros de una pista de aviación que tiene el mismo subdito inglés, o un jeque árabe que se la habría comprado, pero que seguro no es la pista de aviones que papá diseñó como jefe de agrimensura de HIPASAM en aquellos primeros años setenta que terminaron con el exilio interno de 300 familias, antes del golpe metafísico que nos desterritorializó hasta en el lenguaje, contra el cual venimos a confrontar ahora, brutales golpes físicos.

Mientras todos los canales esperan las condenas contra los impunes golpeadores de Fernando Baez Sosa asesinado hasta matarlo en la calle de una ciudad veraniega, y el diario Clarín titula en tapa la detención en El Bolsón del mapuche buscado sobre el que el diario La Nación señala falsamente que fue protegido por FIPCA en el camping El Pueblito, muy pocos medios hablan de los 8 heridos golpeados brutalmente por los salvajes «gauchos» cipayos de Joe Lewis, sobre sus jóvenes cuerpos indefensos luego de entrar por un camino público hasta llegar al camino bloqueado de Tacuiffi. Entre ellos hay un diputado del Parlasur y una fotógrafa de la agencia Telam.

Uno de los heridos pudo haber fallecido si no hubiera levantado una pierna para frenar desde el piso, una pesada roca que le arrojaron desde un caballo sobre su cabeza, que lo hubiera matado si no fuera que terminó con una pierna quebrada. También el final de papá en HIPASAM podría haber sido otro mas grave que tres meses preso hasta unos días antes del último golpe militar del 24 de Marzo de 1976, si no le hubiera ordenado imperativamente que quemara las actas de las reuniones de la UNTER de Sierra Grande que estaba en formación, a la secretaria de actas con la que tenían un importante protagonismo, habiéndose ya reunido con Alfredo Bravo, en ese proceso de formación de la CETERA docente.

En las 7 marchas al lago Escondido realizadas hasta ahora, no tenémos fallecidos, pero la impunidad de Lewis es una tragedia anunciada. De la misma manera, el único desaparecido por la huelga de HIPASAM fue secuestrado el 27 de Agosto de 1976 con su esposa embarazada. El juez de la causa 678/75, contra el que pedimos su imputación por la represión a la huelga de Sierra Grande de 1975, había ordenado la captura «solamente» de Julio Cesar Galizzi, cuando lo tuvo identificado con allanamientos ilegales e indagatorias realizadas sin el debido proceso. Él continúa desaparecido, con Mónica Baravalle, su esposa embarazada de cinco meses, luego de ser secuestrados en San Martín.

Con la misma impunidad de la que goza aún hoy aquel juez Dr Eduardo Cassano, otros jueces, camaristas, fiscales y ministros porteños, se reúnen con el magnate británico, protegidos por una banda de «gauchos» unitarios.

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