La estafa de la clase política. Por Oscar Rodríguez
La Estafa de la Clase Política.
Por: Oscar Rodríguez
En la Argentina actual, la manipulación política se ha convertido en una práctica común, donde los símbolos, las banderas, las defensas de derechos y las cuestiones de derechos humanos y género se han utilizado estratégicamente para influir en la opinión pública. Esta táctica no solo genera desconfianza en la clase política, sino que también alimenta discursos antipolíticos que la derecha y los antiderechos aprovechan para moldear sus agendas a conveniencia, posicionándose como la posible renovación de la “casta política” enquistada y cooptada por el poder real para llevar adelante un saqueo, más o menos atroz, de acuerdo al simbolismo ideológico que esté en el gobierno. La derecha, lejos de ser esa renovación política, es la repetición de políticas de sometimiento y despojo.
Hemos caído en la trampa de la utilización de símbolos y la apropiación de luchas en defensa de derechos, que se han convertido en tácticas recurrentes para acceder al poder político. En los últimos años lo vivimos con Menem y Alberto Fernández, quienes han empleado estos argumentos no tanto por una convicción genuina, sino para captar votantes y legitimar su poder. Esta instrumentalización de causas nobles para fines electorales desvirtúa las luchas originales y genera un profundo escepticismo en la ciudadanía. La derecha y los antiderechos han sabido capitalizar esta manipulación, adoptando un discurso antipolítico que critica estas prácticas y las presenta como evidencia de la corrupción y la hipocresía de la clase política, acomodando el discurso a la agenda que mejor les resulte, presentándose como una alternativa renovadora y salvadora frente a un sistema político que muestran como decadente y corrupto y del cual son parte. Caemos de esta manera en la estrategia del MAL MENOR.
El gobierno de Alberto Fernández ha sido un ejemplo reciente de los problemas inherentes a la estrategia del «mal menor». Esta forma de elegir a candidatos menos dañinos ha demostrado ser insuficiente y, en muchos casos, contraproducente. La gestión de Fernández ha enfrentado críticas por su incapacidad para implementar cambios significativos y por perpetuar prácticas políticas cuestionables.
La elección del «mal menor» ha llevado a un estancamiento político donde los mismos actores, con sus viejas prácticas, continúan dominando la escena, sin permitir una verdadera renovación. Esto ha dejado al pueblo argentino en una posición vulnerable, sin opciones reales de cambio y con una creciente desilusión hacia el sistema democrático. Ante este panorama, se hace evidente la necesidad de una renovación política profunda, que debe surgir desde las bases y no desde la cima dirigencial. Esta renovación implica desafiar los privilegios enquistados y deshacerse de aquellos que están «encarpetados», siendo incapaces de enfrentarse al poder real y viéndose imposibilitados de generar cambios positivos para el pueblo.
La renovación debe ser total y absoluta, rompiendo con las estructuras tradicionales y promoviendo la participación de nuevos actores con ideas frescas y un verdadero compromiso con el cambio social. Solo así se podrá construir un sistema político que realmente responda a las necesidades y aspiraciones del pueblo argentino. Para lograr un cambio profundo, es crucial identificar y entender el verdadero poder real contra el que se lucha. Esto implica reconocer las dinámicas de poder que perpetúan la desigualdad y la injusticia, y posicionarse claramente en un lugar de la grieta.
Esta grieta no solo es una postura ideológica, sino también una lucha entre quienes defienden al pueblo y una derecha que busca la colonización del país, convirtiéndolo en una factoría al servicio de intereses externos. La lucha debe centrarse en desmantelar las estructuras de poder que favorecen a unos pocos y en construir un sistema más equitativo y justo para todos. Esto requiere un compromiso activo de la ciudadanía, que debe estar dispuesta a involucrarse de manera crítica y constructiva, demandando transparencia, justicia y verdadera representación. La grieta debe ser entendida como una lucha entre quienes verdaderamente defienden los intereses del pueblo y una derecha que busca someter al país a intereses coloniales. Es hora de elegir de qué lado de la grieta queremos estar.