Neurotecnología y educación: cuando el cerebro se vuelve territorio de control. Por Oscar Rodríguez
Neurotecnología y educación: cuando el cerebro se vuelve territorio de control
Por Oscar Rodríguez
Vivimos una era donde la frontera entre lo biológico y lo digital se vuelve cada día más delgada. La neurotecnología —esa nueva herramienta que promete leer, medir o incluso modificar la actividad del cerebro humano— avanza con la misma velocidad con la que retroceden los debates éticos sobre su uso. Lo que comenzó como una investigación científica legítima hoy se proyecta hacia las aulas, los lugares de trabajo y las plataformas digitales con una naturalidad inquietante.
La neurotecnología no solo abre la posibilidad de comprender mejor cómo aprendemos; también abre la puerta a una forma inédita de control. Si el siglo XX fue el de la manipulación mediática y emocional, el XXI podría ser el del condicionamiento neurocognitivo, donde ya no se busca persuadir, sino intervenir directamente sobre la mente.
Las empresas que desarrollan estas tecnologías prometen medir la atención o el compromiso de los estudiantes en tiempo real, y hasta ajustar el contenido educativo según la respuesta cerebral. Pero detrás de esa aparente modernización late un peligro profundo: la colonización de la intimidad mental, la reducción del pensamiento a un dato de mercado.
Algunos países ya están probando bandas de EEG en niños para medir su atención en clase. En China, varios programas fueron suspendidos luego de denuncias por invasión de la privacidad. En América Latina, Chile y Colombia llevan adelante experiencias piloto que combinan electroencefalografía y aprendizaje adaptativo. En Argentina, algunos proyectos se camuflan bajo la etiqueta de “aulas inteligentes”.
¿Quién controla estos datos? ¿Qué garantías tienen los estudiantes de que su información neuronal no será usada para fines comerciales o conductuales? Si en el pasado se discutía el derecho a la privacidad digital, hoy debemos hablar del derecho a la privacidad mental.
Si el siglo XX fue el de la manipulación mediática y emocional, el XXI podría ser el del condicionamiento neurocognitivo, donde ya no se busca persuadir, sino intervenir directamente sobre la mente».
La UNESCO ha dado un paso histórico al aprobar la Recomendación sobre la Ética de la Neurotecnología (2025). Allí se advierte que el cerebro y la mente humana deben ser considerados “territorios de dignidad”, y que toda tecnología que acceda a ellos requiere una regulación basada en los derechos humanos.
Sin embargo, los Estados nacionales —y especialmente los de América Latina— aún no han generado marcos regulatorios propios. La neurotecnología avanza en el aula sin supervisión pública, impulsada por corporaciones tecnológicas que prometen eficiencia y rendimiento. Pero sin regulación estatal, este avance puede convertirse en una nueva forma de neoliberalismo cognitivo, donde el pensamiento se cuantifica, se evalúa y se vende como cualquier otro producto.
La neurotecnología puede ser una herramienta valiosa si se la utiliza para potenciar la empatía, la atención y la comprensión, pero no si se la convierte en un instrumento de vigilancia».
Resulta imprescindible que los Estados asuman su responsabilidad en este tema. La neurotecnología aplicada a la educación no puede depender del mercado ni de la buena voluntad de los desarrolladores. Se necesita:
Legislación específica que regule la captura y uso de datos neuronales.
Comités éticos interdisciplinarios en instituciones educativas.
Transparencia tecnológica y derecho a la desconexión neurodigital.
Formación docente en ética de la neurociencia y pensamiento crítico.
Si no se establecen límites claros, corremos el riesgo de convertir las escuelas en laboratorios de condicionamiento, donde el aprendizaje deja de ser un acto de libertad para transformarse en un proceso de control emocional y conductual.
La educación debe abrazar la innovación, pero sin renunciar a su esencia humana. La neurotecnología puede ser una herramienta valiosa si se la utiliza para potenciar la empatía, la atención y la comprensión, pero no si se la convierte en un instrumento de vigilancia.
La verdadera revolución educativa no vendrá de los sensores ni de las máquinas, sino de la capacidad de pensar críticamente sobre lo que estamos dispuestos a ceder. https://www.unesco.org/es/articles/etica-de-la-neurotecnologia-la-unesco-adopta-la-primera-norma-mundial-para-esta-tecnologia-de