Carta a un cuadro de San Martín. Por Hernán Brienza
Carta a un cuadro de San Martín
Por Hernán Brienza
¿Pero a qué San Martín le escribo esta carta?
¿Al San Martín que nos esperaba en la escuela?
¿En ese cuadro oficial, envuelto en banderas argentinas, con ceño fruncido, con gesto adusto, con cara de circunstancia?
¿Al San Martín de mármol, de piedra, de bronce?
¿Al que me mira vestido de militar desde el fondo de la dictadura militar en ese patio frío de un colegio gris en una mañana fría de agosto?
¿O a ese otro San Martín del poncho de vicuña que descubrimos en los libros no oficiales?
¿En ese cuadro en que San Martín, de civil, mira de frente con ojos serenos y sonrisa campechana?
Me gusta ese San Martín político, ese hombre de coraje civil, como diría Leopoldo Marechal, que no tiene más armas que sus ideas de libertad, su pasión por el conocimiento, su amor por las bibliotecas y las alamedas mendocinas, su buen gusto por el vino y su obsesión por el ajedrez y sus misterios.
Me gusta ese San Martín idealista que mira de igual a igual a la Revolución y a los Andes.
¿Es verdad, San Martín, que naciste de una india guaraní? ¿Es verdad que vos también fuiste un bastardo, que inauguraste esa lista plebeya de hijos de pueblo? ¿Qué dirían los “Argentinos de Bien” si se enteraran que vos también fuiste un poquito un “negro de mierda”?
Tengo tantas preguntas para hacerte y no puedo hacerlas. Huérfano de tu patria, huérfano como todos los argentinos somos huérfanos de tu misma patria, quisiera saber ¿por qué volviste en 1812 en ese barco de nombre ajeno?
¿Por el recuerdo de una patria que no existía? ¿O por la memoria de un futuro que, finalmente, nunca llegó?
¿Y porque esa patria no llegó, te fuiste?
Te fuiste porque te acusaron de ladrón y de tirano los ladrones y los tiranos.
¿Y por qué nunca más volviste?
¿Porque cuando quisiste volver los tiranos habían asesinado a Dorrego y querían obligarte a convertirte en un tirano y en fusilador como ellos?
Hiciste bien en dejar tu sable enfundado. Hiciste bien en legarlo a quién defendió frente a los tiranos extranjeros a esa patria mínima que vos habías imaginado. E hiciste bien en dejártelo robar por ese grupo de muchachos que querían como vos a esa patria que nunca pudiste construir.
Y por eso te fuiste rumbo al exilio.
Camino a la ingratitud que el país que construyeron tus enemigos les regala a los patriotas como vos.
Porque quizás el signo de la patria que tus enemigos construyeron sea apenas eso:
una ingratitud amarga
una envidia miserable
una frivolidad mediocre
una ambición mezquina.
Perdón por la tristeza, Gran Capitán, los tiempos son así. O al menos algunos de nosotros los sentimos así… así…
Por eso cuando escribo esta carta tengo la secreta esperanza que cuando te pregunte
¿cuándo va a venir la patria que soñaste?
¿cuándo va a volver la patria que se agiganta a tu sombra?
Vos me escribas desde algún lugar del futuro
Que esa patria siempre está llegando
Que esa patria siempre está llegando.
Hernán Brienza