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LIBERTARIOS: «Sombras del Control: Censura y Alienación». Por Oscar Rodríguez

LIBERTARIOS: «Sombras del Control: Censura y Alienación»
Por: Oscar Rodríguez

El gobierno de Javier Milei presenta un claro patrón de control autoritario y represivo que recuerda a los regímenes totalitarios del siglo XX. En particular, la represión dirigida hacia los jubilados, un sector tradicionalmente vulnerable y con menor capacidad de organización, evidencia una estrategia de debilitamiento y desmovilización social que se asemeja a las tácticas utilizadas en contextos de autoritarismo.

El ataque a los derechos adquiridos de los jubilados no solo se expresa en el ámbito económico a través de ajustes brutales que erosionan sus ingresos y calidad de vida, sino también en una represión simbólica y directa que roza uno de los más tristes genocidios de nuestro país.

Históricamente, en regímenes como el nazismo y otros modelos autoritarios, los grupos más débiles o marginales eran objeto de represión estatal como una forma de consolidar poder, al tiempo que se enviaba un mensaje al resto de la población: cualquier intento de resistencia será rápidamente sofocado.

En el caso de Milei, esta dinámica se manifiesta a través de una política económica neoliberal extrema, acompañada de un discurso deshumanizante y de odio que busca culpar a los sectores políticos que no abdican ante este atropello. Los jubilados, que a lo largo de su vida activa han contribuido al sistema productivo y al Estado, son ahora castigados bajo la excusa de «correcciones necesarias» y «reducción del gasto público». Este enfoque no solo es económicamente injusto, sino que, en términos sociopolíticos, representa un intento de fragmentar la solidaridad intergeneracional y desmantelar la resistencia colectiva. Al apuntar a los jubilados, el gobierno de Milei ataca uno de los sectores más simbólicos de la lucha por los derechos sociales en Argentina, tradicionalmente reconocido por su movilización en defensa de su dignidad.

El paralelismo con la Alemania nazi se encuentra no solo en la retórica del “enemigo interno”—quedó claro con la viralización de un video llamado “El virus Ku-K 12”—sino también en el uso de la represión psicológica y física para consolidar un control autoritario. La criminalización de las protestas de los jubilados, el silenciamiento mediático de sus demandas y la minimización de su sufrimiento son parte de una guerra psicológica que busca desmoralizar a la población y desactivar cualquier posibilidad de resistencia colectiva. Es un modelo de alienación en el que el miedo, la precariedad económica y el aislamiento social se combinan para mantener el control sobre una sociedad cada vez más empobrecida y fragmentada.

Esta estrategia refleja un uso calculado de la violencia simbólica, tal como lo describe Pierre Bourdieu, donde el poder político impone su visión del mundo y su dominio sin necesidad de recurrir exclusivamente a la represión física. Al atacar a los jubilados, Milei reafirma un modelo de control que se basa en la naturalización de las desigualdades sociales y la imposición de una narrativa en la que cualquier disenso es catalogado como una amenaza al orden social. La represión económica y social a los jubilados, por tanto, es tanto una acción política como un dispositivo de control ideológico que busca perpetuar la alienación y la fragmentación social.

La represión a los jubilados, entonces, es un indicador de la política de Milei más amplia: un gobierno que, lejos de buscar un consenso democrático, recurre a la deshumanización de los sectores más débiles para justificar políticas de ajuste que benefician a una élite económica, consolidando una estructura social profundamente desigual y excluyente.

El Uso de la Retórica Deshumanizante: El «Virus» de la Oposición
Uno de los aspectos más alarmantes de la estrategia de Milei es su retórica deshumanizante. Al referirse a los opositores como «un virus» que debe ser erradicado, no solo demoniza a quienes no comparten su ideología, sino que establece un discurso de odio y exclusión que recuerda las tácticas empleadas por el nazismo. El régimen nazi utilizó la metáfora del «parásito» o «virus» para referirse a grupos que deseaba eliminar, justificando así su violencia. De manera similar, el gobierno de Milei está construyendo un enemigo interno, un «otro» que debe ser eliminado como excusa para sus políticas de ajuste brutal y recorte de derechos sociales.

Esta retórica no es simplemente un recurso discursivo; es una herramienta de control social que polariza a la sociedad y consolida el poder del gobierno. Al demonizar a los opositores, Milei fomenta una atmósfera de miedo y odio, desactivando cualquier posibilidad de un diálogo democrático real. Además, promueve la desconfianza entre diferentes sectores de la sociedad, debilitando así cualquier intento de resistencia colectiva.

La Censura de Medios No Oficialistas: Un Síntoma de Desquicio Autocrático
La censura de programas y medios críticos es otro pilar fundamental en la metodología del gobierno de Milei. En un contexto donde los medios de comunicación juegan un papel crucial en la formación de la opinión pública, el control y la censura de voces disidentes se convierten en una herramienta clave de la guerra psicológica. Milei, al igual que el régimen nazi, está silenciando a los medios que cuestionan su gobierno, reduciendo la pluralidad de opiniones y fabricando una narrativa única que respalde sus acciones.

La eliminación o control estricto de los medios opositores no es solo un ataque a la libertad de prensa; es un síntoma de un desquicio autoritario, donde la censura es utilizada para imponer una versión única y manipulada de la realidad. Al controlar la información, Milei busca justificar sus políticas de ajuste y precarización, mientras distorsiona las consecuencias reales que estas tienen sobre la clase trabajadora y los sectores más vulnerables de la sociedad.

Desmovilización de la Clase Trabajadora
En este escenario, la clase trabajadora enfrenta una doble ofensiva: por un lado, el feroz ajuste económico que reduce sus derechos y calidad de vida; y por otro, una guerra psicológica que busca mantenerla desmovilizada. A pesar de la transferencia masiva de recursos desde los sectores más vulnerables hacia los más privilegiados, la respuesta popular ha sido limitada. Esta desmovilización no es casual, sino el resultado de un ataque sistemático al tejido social.

Al igual que en la Alemania nazi, donde la propaganda y el control mediático jugaron un papel central en la sumisión de la población, en Argentina se está creando un ambiente donde la crítica y la protesta se perciben como actos subversivos. El temor a ser etiquetado como «enemigo del Estado» o parte del «virus opositor» paraliza a muchos, que prefieren mantenerse al margen para evitar la represión o la estigmatización, contando también con los “87 héroes” que, por alguna prebenda, o sobre, entregan la poca dignidad que les quedaba.
Alienación Social y Miedo Colectivo

La alienación social, promovida por el discurso del gobierno de Milei, se ha profundizado con la exaltación del individualismo y la ausencia de alternativas políticas reales. El miedo se utiliza como una herramienta de control, generando resignación en la población mientras se refuerza la idea de que no hay otra opción más que aceptar el ajuste. Las políticas neoliberales radicales de Milei, acompañadas de un discurso de odio y censura, no solo despojan a la población de sus derechos, sino que también atacan su capacidad de organizarse y resistir colectivamente.

El miedo, elemento central en la guerra psicológica, mantiene el control sobre la población: miedo a perder el empleo, miedo a la inseguridad, miedo a la estigmatización. Estos temores, combinados con la censura de los medios y la persecución de la oposición, han creado un ambiente donde la población se siente impotente y aislada, sin herramientas para enfrentar las políticas que los empobrecen y marginan.

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