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Sembrando el Pensamiento Crítico en el Laberinto Digital. Por Oscar Rodríguez

Sembrando el Pensamiento Crítico en el Laberinto Digital
Por Oscar Rodríguez
En el entramado digital contemporáneo, los adolescentes enfrentan un desafío complejo y profundo: la construcción de su identidad en un entorno donde los algoritmos configuran no solo el acceso a la información, sino también la percepción de la realidad misma. Este fenómeno, conceptualizado por Byung-Chul Han como infocracia , despliega un sistema de control que ya no opera desde la coerción visible de las instituciones tradicionales, sino mediante la persuasión invisible de las plataformas digitales. Este nuevo orden impone la necesidad urgente de reflexionar sobre cómo resistir y emanciparse frente a estas dinámicas.
El ecosistema digital contemporáneo se caracteriza por una transformación radical de los agentes de socialización. Figuras como la familia, la escuela y las instituciones comunitarias han sido desplazadas, en gran parte, por los influencers y las redes sociales, que moldean aspiraciones, valores y conductas desde lógicas eminentemente mercantiles. En este contexto, los adolescentes, aún en pleno proceso de formación identitaria, se encuentran particularmente expuestos. Las neurociencias han demostrado que durante la adolescencia el cerebro experimenta una alta plasticidad, especialmente en áreas como la corteza prefrontal, encargada del análisis crítico, y el sistema límbico, que gestiona las emociones y las recompensas inmediatas. Este equilibrio inestable convierte a los adolescentes en blancos ideales para los estímulos emocionales, fragmentados y repetitivos que las plataformas ofrecen sin cesar.
Este tipo de exposición constante tiene consecuencias profundas. Por un lado, fomenta una dependencia emocional hacia las plataformas, que se posicionan como mediadoras absolutas de la percepción del mundo. Por otro, refuerza una dinámica de consumo pasivo de información que debilita las capacidades analíticas y promueve una visión simplista de la realidad. Este fenómeno, conocido como datapoder , perpetúa una forma de alienación en la que el sujeto no solo se conforme con aceptar la realidad tal como se le presenta, sino que pierde progresivamente la capacidad de cuestionarla.
La degradación del lenguaje es otro de los efectos devastadores de este ecosistema. Las redes sociales, al priorizar la viralidad sobre la profundidad, han reducido las interacciones humanas a slogans, memes y mensajes cargados emocionalmente. Este tipo de comunicación no solo empobrece el debate público, sino que entrena a los adolescentes en dinámicas de confrontación que perpetúan la polarización. Las posibilidades de construir consensos o de imaginarias alternativas colectivas se ven así notablemente disminuidas, configurando una generación menos preparada para participar en procesos democráticos robustos.
En este panorama, la alfabetización mediática informacional (AMI) emerge como una herramienta no solo útil, sino imprescindible para enfrentar las lógicas opresivas de la infocracia. Sin embargo, su enfoque debe trascender la enseñanza técnica del uso de dispositivos y aplicaciones para convertirse en una práctica política y emancipadora. La AMI debe equipar a los adolescentes con herramientas críticas que les permitan desentrañar los mensajes de la información, reconocer la manipulación emocional y reconstruir el lenguaje como un vehículo para el diálogo y la construcción colectiva.
Los influencers, que a menudo son percibidos como perpetuadores de las lógicas algorítmicas, podrían jugar un papel transformador si se integraran estratégicamente en esta tarea. A través de ellos, sería posible subvertir las dinámicas digitales desde dentro, promoviendo contenidos reflexivos y educativos que desafíen las narrativas dominantes. Este enfoque no requiere solo creatividad, sino también una voluntad política decidida para aprovechar el potencial subversivo de las mismas herramientas que actualmente perpetúan la alienación.
Para que la alfabetización mediática alcance su pleno potencial, debe trascender los ámbitos individuales y escolares para convertirse en un derecho respaldado por políticas públicas robustas. Es fundamental desarrollar programas educativos que promuevan una comprensión crítica del ecosistema digital, garantizar el acceso equitativo a la información y fomentar espacios de deliberación colectiva que reconstruyan el tejido social. Esto implica también una regulación activa de las plataformas digitales, orientada a limitar su capacidad de manipulación y proteger a las poblaciones más vulnerables, especialmente a los adolescentes.
La alfabetización mediática no es solo una herramienta pedagógica, sino un acto político con profundas implicancias sociales. Enseñar a los adolescentes a resistir las lógicas opresivas de la infocracia es una apuesta por un futuro donde la ciudadanía activa y la crítica pueda prevalecer sobre la alienación y el conformismo. En última instancia, se trata de transformar los datos, de ser herramientas de dominación, en instrumentos de resistencia y emancipación colectiva. En un mundo donde los algoritmos moldean no solo la información, sino también las subjetividades, la alfabetización mediática se presenta como una de las estrategias más poderosas para construir una sociedad más justa, consciente y democrática.

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