¿El déficit fiscal genera inflación?

Por Hugo Gulman.
Uno de los ejes discursivos de las últimas exposiciones de la vicepresidenta, giró en torno al déficit fiscal. Cristina F. de Kirchner negó que éste fuera la causa de la inflación en la Argentina y afirmó que “…el déficit no es necesariamente causante de la inflación, pero Estados Unidos tiene la maquinita para imprimir dólares y varios portaaviones”. Además, planteó que los mismos que van a la televisión a decir que el Estado es el culpable de todo lo malo que ocurre en el país, nos dicen que la inflación la produce el déficit fiscal que, para CFK representa un concepto económico y no matemático.
El déficit fiscal se produce cuando en una administración pública los gastos son mayores que los ingresos fiscales en un periodo determinado, normalmente un año, al no recaudar el dinero suficiente para afrontar sus gastos. Por el contrario, cuando la administración pública recauda más que sus necesidades, se dice que existe superávit fiscal.
Según coinciden los economistas, el déficit fiscal se puede paliar reduciendo gastos, incrementando ingresos para financiar los gastos o con una combinación de ambas. “Hay que ir a cobrar los impuestos que hay que cobrar, que están y no pagan por evasión o por contrabando”, afirma el economista Ricardo Aronskind.
Reclamos ortodoxos
Desde algunos claustros de donde surgen economistas de la ortodoxia económica, suelen decirnos, poco menos que en términos acusatorios, que los argentinos pretendemos vivir mejor de lo que podemos. Ernesto Schargrodsky, rector de la universidad Di Tella, explicó en una entrevista concedida hace unos meses al diario La Nación que la causa del déficit es que “los argentinos creemos que deberíamos ser más ricos de lo que somos, le exigimos eso al gobierno y los gobiernos toman los atajos del endeudamiento, aumento de impuestos o emisión que termina siendo inflacionaria, que efectivamente terminan reduciendo el producto, nuestra riqueza”. Una opinión a la que adhieren unos pocos que cuentan con la poderosa maquinaria mediática a su favor y viven ostensiblemente de manera más holgada que la mayoría de los argentinos.
El déficit fiscal es el argumento más esgrimido en el pedido ajuste ortodoxo e implica, como ya se comprobó en anteriores procesos de la política argentina, un recorte de las transferencias a los sectores populares, con la consiguiente exclusión social. Sin embargo, como también quedó demostrado entre los diciembres de 2015 y 2019, el endeudamiento con el que intentaron resolver el déficit derivó en pobreza, desocupación, masivos cierres de empresas y una descomunal transferencia de riqueza a los grupos económicos concentrados.
¿Con qué herramientas se enfrenta el déficit fiscal?
“En cualquier circuito económico, siempre, pero siempre, la emisión de dinero es el primer paso. No existe producción sin el pago de un salario, ni venta posible sin comprador con dinero en mano”, explica el analista económico e integrante de Social 21 Rodofo Pablo Treber
En el mismo sentido, tampoco existe crecimiento económico posible sin expansión monetaria, pues para aumentar la producción hay que pagar más salarios y, así, aumentar la demanda en el mercado. Por lo tanto, una economía en crecimiento en un comienzo siempre es deficitaria en términos fiscales y luego tiende a equilibrarse en el mejor de los casos. Por lo tanto, el déficit fiscal y la emisión monetaria no son los factores que generan inflación. He aquí algunos instrumentos para resolver el déficit fiscal:
- Incrementando la producción nacional
- Generando empleo genuino
- Regulando los sectores estratégicos de la economía nacional
- Cesando con la permanente fuga de capitales
- Combatiendo seriamente la evasión impositiva provocadas por las transnacionales que manejan el 90% de nuestro comercio exterior.
- Protegiendo el mercado interno, junto con un plan de industrialización por sustitución de importaciones
- Recuperando la administración nacional del comercio exterior, hoy a manos de transnacionales
- Disociando el mercado interno del externo para controlar sobre los precios locales.
“Contamos con capacidad técnica, historia industrial, dinero para la inversión, materias primas… todo en abundancia para crecer. El problema es el modelo económico y la subordinación política”, explicó el economista de Social 21.
Complementariamente a estas medidas, es necesario modificar la ley de entidades financieras, que ningún gobierno de la democracia derogó ni modificó desde que fue promulgada por el gobierno de Videla y Martínez de Hoz. La ley de facto permite a la banca privada administrar los fondos y ahorros de los argentinos y hasta los habilita a emitir deuda. “Otro vector fundamental para avanzar hacia la independencia económica es recuperar el rol del Banco Central de la República Argentina como administrador de los recursos financieros nacionales y promotor del desarrollo productivo”, remarcó Treber.
Déficit fiscal: ‘cuco’ de la ortodoxia económica
El déficit fiscal es habitualmente considerado como una mala praxis en la administración pública, usualmente implementada por ‘gobiernos populistas que gastan mucho y recaudan muy poco’, aunque desde esos mismos sectores también promueven la reducción de la presión impositiva. Muchas mentiras repetidas con insistencia por economistas que representan a los poderes concentrados, desde medios periodísticos asociados, provocan una confusión social que durante años restringió la posibilidad de instrumentar cambios estructurales en la economía. La presión mediática sólo busca adormecernos para que nada cambie. “Al atacar el déficit fiscal, meten presión al gobierno para seguir achicando más aun el mercado interno, disminuir la inversión social y aumentar los saldos exportables”, describe Treber.
En ese sentido, el Premio Nobel de Economía 1970, Paul Samuelson, uno de grandes referentes de la ortodoxia económica, comparó en una entrevista a la necesidad del equilibrio fiscal con una superstición.
Indudablemente, el modelo económico que promueve como primera solución el déficit cero impulsa sistemas de mayor concentración. El poder concentrado agroexportador, financiero y mediático atribuye la responsabilidad de los problemas al déficit fiscal para desviar del centro de la escena a las causas profundas de la inflación y, a la vez, sirve para mantener este modelo económico de saqueo y concentración. “Si el diagnóstico público es errado, difícilmente abordemos una correcta solución, que es, claramente, iniciar un proceso de industrialización endógeno con protección y fortalecimiento del mercado interno”, señaló el referente de Social 21.
En cuanto a la inflación, el economista Leandro Ziccarelli, del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), precisó que no se puede explicar solamente por el déficit. Argentina en 2017 tuvo un 50% de inflación mientras casi nadie en el mundo la sufría y tanto ese año como los anteriores tuvo superávit fiscal. En 2019 hubo una experiencia parecida con el déficit cero y la inflación del 50%. Lejos de no bajar, el país creció con respecto a 2018, que hubo déficit.
Por lo general la inflación se explica más por los costos de la macroeconomía, que son el tipo de cambio, los precios regulados y el salario. El resto, precios internacionales, déficit y emisión pueden ir pegando, pero coyunturalmente. Para Ziccarelli, dentro de la multicausalidad de la inflación, el déficit fiscal cumple un rol secundario. “En un proceso inflacionario como el actual, del 60%, podría ejercer una presión a través de mecanismos indirectos. Si tenemos 3% de PBI de déficit y no se consigue crédito, hay que recurrir a la emisión monetaria y esa emisión podría inducir a la suba de precios”, advirtió.